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Desde la producción plantean dudas por el recorte al INV y las bodegas lo justifican. El vino, controles “privados” a la vitivinicultura y más cambios a la ley

El día después del decreto que achica al INV y modifica la ley de Vinos que ha normado a la vitivinicultura más de 60 años, los sectores alcanzados por la desregulación empiezan a medir efectos. Desde la producción hasta la elaboración del vino.

Al margen de miradas ideológicas e intereses sectoriales, la medida del gobierno de Milei es la más fuerte y abarcativa en tres décadas. Un cambio de paradigma que desde el nuevo rol del INV libera de controles y exigencias a la industria.

Los últimos antecedentes remiten al recorte de funciones del INV, decidido por el ex ministro de Economía Cavallo entre 1991 y 1995. Y a la eliminación del prorrateo y cupos, que limitaba la implantación de viñedos y la comercialización de vino como mecanismo regulatorio del mercado cuando aún no existía el acuerdo Mendoza-San Juan.

Más tarde, la gestión menemista quitaría al INV funciones recaudatorias como cobrar sobretasas a bodegas y exigir una declaración jurada mensual de movimiento de vinos y mostos, que quedó sin efecto en 1995.

“La industria pedía que el eslabón intermedio (bodegas trasladistas) se eliminara para facilitar el producto final, pero esto va más allá. Aunque habrá que ver alcances, creo que es el cambio más importante desde la época del menemismo”, señaló el gerente de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA), Sergio Villanueva.

Menos control a la producción: implicancias

Una de las decisiones es, al estilo del INTA, eliminar al Consejo Asesor técnico del INV, que integraban cámaras de los distintos eslabones de la vitivinicultura. Pero sobre todo la confirmación de que lo que queda de control sólo apunta al producto final, es decir, el vino al momento de salir al mercado.

En el sector primario, en tanto, la expectativa se carga de escepticismo y preocupación. Sobre todo por lo que puede significar para un mercado de compraventa de uva con menos controles, a la hora de negociar condiciones y la relación precio-calidad.

La mayoría de los referentes esperan reunirse con el titular del INV, Carlos Tizio, para evacuar dudas. Entre otras, qué pasará, por ejemplo, con el CIU (Certificado de Ingreso de Uva), un reaseguro para el productor respecto a calidad y cantidad.

Para Matías Manzanares, de la Asociación de Viñateros de Mendoza (AVM) “lo que más preocupa es que se pierda el control de producción- elaboración. Y de golpe aparezcan mayores volúmenes de varietales”.

De nuevo, el trasfondo que preocupa no es sólo la minimización del INV, sino una desregulación que implica la modificación casi quirúrgica de 7 artículos de la ley de Vinos 14878.

“Hay que aggiornar la normativa por cómo se maneja hoy la vitivinicultura en el mundo. Pero necesitamos saber qué efectos tendrá, no sólo en las bodegas, y que haya transparencia en la cadena“, dijo Marcelo Federici, dirigente de Coninagro.

Bodegas, aptitud y análisis “privados”: ¿el mercado se regula solo?

Sin embargo, desde el núcleo duro de las bodegas exportadoras la decisión fue recibida con beneplácito. De hecho, no hay objeciones a que la “nueva” ley de Vinos sólo contemple la aptitud para el consumo y se deje de lado la genuinidad.

“Hasta ahora, el INV ejercía el control para la libre circulación de con gestión. Ahora, tanto la aptitud como la genuinidad se pueden controlar con tecnología. Entendemos que será más riguroso en puntos de venta, como sucede hoy con otros productos “, consideró Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina.

“El límite es el mercado en todo el mundo”, añadió el dirigente.

Pero Federici opina lo contrario. El cooperativista calificó como “fundamental la genuinidad del vino. Y que los controles nos den certeza, porque no sabemos a qué se apunta con exigir sólo la aptitud al consumo”.

La posibilidad de que el INV acuerde con laboratorios privados análisis que certifiquen si un vino puede salir al mercado es uno de los puntos que también abre grandes interrogantes.

Lo cierto es que una inquietud apunta a la trazabilidad uva-vino. O sea, que una botella de Malbec asegure al consumidor que efectivamente contenga vino de esa variedad.

“Es un tema serio, porque el vino es un producto frágil y expuesto a cuestiones de salud. Y porque además el INV pierde su poder de policía en la puerta de la bodega“, añadió por su parte Villanueva, de la UVA.

Si no es vino ¿entonces qué?

Otra de las modificaciones introducidas por el decreto del ministerio de Economía a la sexagenaria ley de Vinos alcanza, ni más ni menos, que a la misma definición de vino. Esto es, según la ley “bebida obtenida de la fermentación alcohólica de uvas frescas, o mosto”.

“Es la gran duda actual”, afirman algunos. Al respecto, Villanueva es más contundente. “Si desaparece la definición de vino y se habla genéricamente de “productos vitivinícolas” ¿significa que cualquier cosa puede ser vino?. Se acabaría todo”.

No obstante, desde Bodegas de Argentina relativizan el cambio de concepto.

“No vemos desnaturalización del concepto vino. Por el contrario, flexibiliza la denominación para que las empresas puedan adaptarse y alinear sus productos a otros mercados”, resaltó Kuret.

Su afirmación va en línea con la postura predominante entre las bodegas: simplificar procesos y reducir burocracia para “la competitividad del vino argentino”